Hace unos cuantos años ya, compartí un vuelo de Barcelona hasta Bolonia junto al Sr. Agustín Comotto y otros notables ilustrados.
La compañía era Meridiana (tengo el vasito de plástico con el logo que me traje de souvenir como buen cabeza que soy) y mi compañero de asiento era el mismísimo Agustín.
Del viaje conservo tres vividos recuerdos:
una azafata diligente que servía botellitas de vinos Sangiovese y Pignoletto a diestra y siniestra, un aterrizaje algo ruidoso en el aeropuerto Marconi que a todos nos subió las bolas a las orejas y en el ínterin, mientras miraba por la ventanilla un océano alucinante de cumbres nevadas, esta frase de Comotto:
“Te das cuenta, pescado, que somos parte del tercio afortunado en la historia de la humanidad que tiene el privilegio de ver los Pirineos y los Alpes desde las alturas?...¿Qué hubiera pensado Anibal de esto?...”
Agustín es un fanático de la historia y sé de unos cuantos proyectos que andan por ahí buscando ser paridos desde Barcelona en forma de novela o historieta, pero dejo que sus cualidades como autor e ilustrador hablen por si mismas en el siguiente link:
http://www.agustin-comotto.com/index.html
http://www.agustin-comotto.com/index.html
lo que si me interesa es compartir este relato suyo de pipas y parientes teutones calvinistas convertidos en uruguayos manyas.
Adelante.
Adelante.
De como Ernest Richter se hizo Uruguayo
Abrió los ojos. Abrió un ojo solo. El otro, estaba tapado. Al rato supo que era una venda, como la que llevaba en el brazo. A través del ojo vio el techo. Una lámpara sencilla, paredes blancas y la monja que se acercaba. Le preguntó como se llamaba. De donde era, preguntas rutinarias. Supo que su cabeza iba bien porque podía responder. Después de responder a la monja entendió el error. La información llegaría hasta Hans, su padre, e iría a buscarlo.
Todo volvió de repente. En una breve fracción de tiempo recordó quien era y que había pasado en los últimos días.
Era el menor de una rigurosa escalera de 8 hermanos engendrados con disciplina por Hans, pastor de un pequeño pueblo de la provincia de Solingen. Hans era de rectas costumbres. Calvinista. Y decidió, hacía ya bastante tiempo, cambiar su habito melancólico, propenso a la contemplación idiota de los fenómenos naturales. Hans empleaba el bastón de fresno para corregir aquello susceptible a ser corregido como su hijo menor. Y golpeaba a Ernest con el bastón de fresno, el mismo material con que estaba hecha su pipa, que tanto fascinaba al muchacho. Por eso, cuando días atrás se recuperó de una ejemplificadora tunda que lo había dejado postrado en casa de la tia Gertrud, decidió huir. Cogió la pipa, la guardó en el gastado bolsillo de la gabardina y escapó de casa hacia el flamante puerto de Bremerhaven, con sus rectas calles hacía pocos años inauguradas. Bremerhaven era la puerta luminosa de salida hacia lo desconocido. Para él, lo desconocido tenía un nombre: Nueva York. Logró canjear el poco dinero con que contaba por parte del pasaje. La otra parte la pagaría fregando suelos.
El barco zarpó rodeado de humo y mugre. Poco le importaba a Ernest el carbón, la negra agua que lo rodeaba y el frío. Ya no vería a Hans y su bastón de fresno. Llevó la mano a su bolsillo y tocó la dura y pulida superficie de madera. No tenía tabaco pero conseguiría. Era el único recuerdo de Hans aunque para él, tan solo era la satisfacción de que su padre se había quedado sin pipa.
La tormenta vino, abrazó al carguero y lo estampó contra los arrecifes. Agua por todas partes. Cajas, cabos, cuerpos despojados de la habitual gravedad, se hundían irremediablemente en lo negro. Ernest, que no sabía demasiado de mares pero sí de inundaciones, trató de alcanzar lo más alto del buque.
Y así lo encontraron días después, aferrado al palo metálico que subía desde los restos del naufragio hacia el cielo. Había aguantado estoico la tormenta de la misma manera que había aguantado el bastón de fresno de su padre. Llegó inconsciente al hospital y la cara de la monja, dos días después le hizo recordar todo.
Tenía poco tiempo. Hans y la vara volverían por él. Cuando la monja dejó la habitación, Ernest comprobó que estaba entero y su gabardina lo esperaba junto a la cama. Salió discretamente del hospital al atardecer, rumbo al puerto.
Ernest logró embarcar, por segunda vez, rumbo a Montevideo. Fregó suelos y estibó todo lo que se puede estibar en un buque carguero durante dos meses y medio.
En el trayecto, Ernest consiguió tabaco.
Corbera de Llobregat 5-7-11
Ernest Richter era mi tío abuelo, Regresó una vez a Alemania, después de la guerra, a visitar a sus hermanos junto con mi tía abuela. Para ese entonces ya era hincha de Peñarol. Hans, su padre, había muerto tiempo atrás. Ernest nunca dejó de fumar pipa que lo mató de un cáncer en la década de los 60. En cierto sentido, fue la venganza de su padre
En fin...se le perdona al infeliz la desafortunada reflexión final de la historia solo porque conserva en perfecto estado al sicario que dio cuenta de su pariente.
Es esta pulposa señorita sin marca (solo Veritable Bruyere Garantie como sello de calidad) pero de buenas curvas que sin dudas, entre tanto naufragio y mala sangre, colmó de placer a Ernest con deliciosas cargas de flake en su cazoleta.
Coltrane es el gato elegido por Agustín Comotto para cerrar el post.
Afro Blue, el standard del conguero cubano Mongo Santamaria.
El anfitrión es Ralph Gleason que moscardonea en el piano de Mc Coy Tyner mientras fuma en una billiard...gente fina, carajo.
Personal: Mc Coy Tyner (P), Jimmy Garrison (B), Elvin Jones (D).
Afro Blue, el standard del conguero cubano Mongo Santamaria.
El anfitrión es Ralph Gleason que moscardonea en el piano de Mc Coy Tyner mientras fuma en una billiard...gente fina, carajo.
Personal: Mc Coy Tyner (P), Jimmy Garrison (B), Elvin Jones (D).
Chau!
Emotivo relato.
ResponderEliminarNo creo que la "pulposa señorita" sea la responsable del fallecimiento de Ernest.
Cuando te toca, te toca.
Buen blog. Un abrazo.
Excelente, Maestro!!
ResponderEliminarAhora, por su culpa, estamos condenados a otear el horizonte esperando nuevas bocanadas.
Un abrazo desde su tierra natal.
Albricias y pan de Madagascar!
ResponderEliminarPor fin algo nuevo en el mar egolatra de la informatica.
Usted golpee que el mono es de goma!
Kido saluda al capitan Piper, abrazo grande y en la mano Squirrel Nut Zipers para darle.
Desde el misterioso Oriente.
Leo
En ese mismo avión yo estaba en el asiento de adelante de Comotto y vos. No me acuerdo quien estaba al lado mío. Lo que sí me acuerdo es que estábamos todos con la naríz pegada a la ventanilla, mirando hacia abajo, mirando los picos nevados y el comotto contandonos que por ahí había pasado Aníbal.
ResponderEliminarAlguien que estaba cerca, no era de nuestro grupo y escuchaba discretamente comentó:
"Se habrá muerto de frío."
@El Gaucho: Opino lo mismo, aparcero.Para mi que palmó de angustia después de que Peñarol se comiera unas cuantas pepas contra Nacional.
ResponderEliminar@Gusidemi: Vayan preparando las damajuanas que yo llevo el hígado.
@Leo: ¡Encontraste el disco, papá!...¿Kido ya aprendió a maullar en uruguayo?
@Gustavo: ¡Esa no la tenía!...¿Será porque me estaba metiendo botellitas de Pignoletto hasta por las orejas?
ResponderEliminarColtrane y Modernidad.
ResponderEliminarNo estoy de acuerdo con lo que dice el poeta ingles Phillip Larkin pero admiro su manera de decirlo:
"To say I don’t like modern jazz because it’s modernist art simply raises the question of why I don’t like modernist art: I have a suspicion that many readers will welcome my grouping of Parker with Picasso and Pound as one of the nicest things I could say about him. Well, to do so settles at least one question: as long as it was only Parker I didn’t like, I might believe that my ears had shut about the age of twenty-five and that jazz had left me behind. My dislike of Pound and Picasso, both of whom pre-date me by a considerable margin, can’t be explained in this way. The same can be said of Henry Moore and James Joyce (a textbook case of declension from talent to absurdity). No, I dislike such things not because they are new, but because they are irresponsible exploitations of technique in contradiction of human life as we know it. This is my essential criticism of modernism, whether perpetrated by Parker, Pound, or Picasso: it helps us neither to enjoy nor endure. It will divert us as long as we are prepared to be mystified or outraged, but maintains its hold only be being more mystifying and more outrageous: it has no lasting power. Hence the compulsion on every modernist to wade deeper and deeper into violence and obscenity: hence the succession of Parker by Rollins and Coltrane, and of Rollins and Coltrane by Coleman, Ayler and Shepp. In a way, it’s a relief: if jazz records are to be one long screech, if painting is to be a blank canvas, if a play is to be two hours of sexual intercourse performed coram populo, then let’s get it over, the sooner the better, in the hope that human values will then be free to reassert themselves".
@Oscar: Master!..me partiste la cabeza!..esto de Larkin es un broderié delicioso y muy inteligente por cierto...
ResponderEliminarPero,como vos, no estoy de acuerdo y me quedo con aquella anécdota del periodista preguntándole a Monk si le gustaba la música clásica. Después de cuatro repeticiones de la misma pregunta en un clima tenso de puro silencio, la respuesta del loco solo fueron argollas de humo de su cigarrillo.
Finalmente contestó, pero mirando a su agente que estaba presente en la nota. Le dijo: "Hey, Joe, ¡este tipo es sordo!
¡Felicitaciones por el blog!
ResponderEliminarComparto plenamente el comentario de Gusidemi. Pero será un placer otear el horizonte virtual a sabiendas de que en él acechan deliciosas bocanadas.
Respecto a tu comentario sobre damajuanas e hígados; he de decirte que puedo aportar ambas cosas.
Un fuerte abrazo, maestro.
@Hannibal: 3 de 5 ltrs. de Merlot, 4 de 5 ltrs. de Sirah, 1 frasquito de Hepatalgina por cabeza...
ResponderEliminarSerá un placer. Es más, te subo la apuesta y me comprometo a hacerme cargo de la parrilla, así que sólo tenés que anunciar tu arribo al pago y yo arranco con el fueguito.
ResponderEliminarYo también puedo aportar un hígado.
ResponderEliminarPero además llevaría unas mollejitas marinadas en cerveza con limón y chile durante cinco o seis horas, siempre y cuando haya algunas de esas aceitunas negras que levantan muertos preparadas por alguien de tu familia.
Además, nunca estuve en San Juan, Dios me perdone.
@Gustavo: "Better late than never"...nunca es tarde cuando la dicha es buena...péguese una vuelta que siempre habrá una cucha para ofrecerle...mírelo al Hannibal ofreciendo parrilla sin siquiera conocernos...es gente buena la sanjuanina.
ResponderEliminarY si tenés suerte, hasta el gobernador puede invitarte a cruzar la cordillera como ya lo hizo con varios pelotudos importantes.
Le aviso a mi tía Beba para que te prepare las aceitunas, mimosón!
Mis disculpas, querido amigo Pez, no me avivé de que mis comentarios figuran con el nombre de mi blog. Claro que nos conocemos, desde hace ya unas tres décadas, soy Aníbal Brusotti, y lo de la parrilla va en serio. Por acá se te extraña y me encantaría compartir contigo unos vinos y algunas carnes asadas. No conozco a @Gustavo, pero también será un placer recibirlo por estos pagos.
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